jueves, 27 de octubre de 2011

Parece que algunos se empiezan a dar cuenta

Después de casi doscientos años de revolución industrial, de consolidación del comercio, la libre competencia, los intercambios de compraventa de todo tipo, el auge y desarrollo del import-export, del i+D+i, de los estudios de mercado para esto y lo otro, de las encuestas sobre lo que desayuna tu tía Perica y la cantidad de sacarina que toma con el descafeinado, de datos mensuales, trimestrales, anuales, quinquenales, sobre la evolución del sector manufacturero en este y otro país, parece que empezamos a darnos cuenta. 

Parece que nos damos cuenta (bueno, yo ya me di cuenta hace años, porque soy muy listo) de que la gente tiene ganas de picar algo entre horas, algo SALADO, amigos, repito, SALADO. Y en las pastelerías, normalmente, hay pasteles dulces. Lo cierto es que Viena Capellanes viene vendiendo sandwichitos salados desde hace décadas, y también está Rodilla, pero no sé, algo de tan capital importancia no puede quedar en manos de dos cadenas hosteleras.

Hace cosa de un año que empiezan a proliferar la pizzerías del tipo prêt à manger por Madrid. Joder, en París y cualquier otra ciudad más o menos inteligente había establecimientos de esos desde los años ochenta. ¿Cómo es que a ningún empresario se le había ocurrido antes la genial idea de que a la gente le gusta llevarse algo al gaznate, insisto, salado, entre desayuno, comida y cena? 

¿Tuvieron que llegar las teorías sobre las bondades de las cinco comidas al día para que surgieran estos establecimientos?

Un buen local con ofertas variadas de canapés salados tiene que triunfar por webs. Rodilla tiene demasiado tufo a industrial y a garito para señoronas, sándwiches sin alma, como hechos en serie. El mundo del canapé salado, del mini-sándwich, del wrap multisabores, de la empanadilla hipermórfica, de la medianoche revolucionaria, del cruasancito todopoderoso, tiene que llegar, tiene que revolucionar este jodido páramo de rancia oferta en ese sentido, y tiene que hacerlo ya. 

Mientras tanto, yo he descubierto un sitio, en la calle San Bernardino, que me sirve para ir tirando. Felicito a su dueño: por 1,50 euros hay cosas tan apetecibles como lo que se aprecia en la foto. 



sábado, 15 de octubre de 2011

Garbacho



Cuando el verano no acaba, como pasa en este intenso 2011, uno puede llegar a estar cansado de tantos gazpachos. ¿Por qué no innovar? Ha nacido, octubre de 2011, el garbacho, feliz criatura surgida de la fusión entre el gazpacho y los garbanzos. Su preparación es fácil, rápida y barata (71 céntimos de euro el frasco de garbanzos Cidacos [calidad navarra], en cualquier establecimiento gestionado por chinos).

Ingredientes:

- Un bote de los de vidrio de garbanzos
- Tres tomates
- Un diente de ajo
- Aceite, vinagre y sal
- Un vaso de agua
- Pimentón de la Vera (opcional)

Preparación:

- 3 minutos en la licuadora.

Ideal para prevenir estados carenciales de vitaminas.

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lunes, 30 de agosto de 2010

Aguaíllo

Estuve en la ciudad de Évora, en el interior de Portugal, un lugar tranquilo, suavemente turístico, con las paredes blancas y ocres. Comimos en el Burgo Velho, un agradable local típico y recomendable. De primero, pedí un gazpacho, en lugar de la presumiblemente pesada sopa alentejana, caliente y de tomate. Me sorprendió el aspecto líquido, acuoso, del gazpacho que nos sirvieron, con los tropezones flotando, sin licuar, y unos cubitos de hielo que mantenían la mezcla verdaderamente fría. Me pareció muy refrescante, muy ligero, muy saludable, así que me he propuesto probar el experimento. En España, por lo visto, se conoce como aguaíllo.




Los ingredientes que he utilizado son los mismos que los del gazpacho, pero todo revuelto y sin batir. El corte de los pepinos y demás tiene que ser más esmerado, claro, tipo daditos. He leído en internet que se puede añadir también manzana.

-Tomate
-Pepino
-Pimiento rojo
-Pimiento verde
-Cebolla
-Ajo (muy fino)
-Pan (de cualquier día, yo he usado uno que tenía en el congelador)
-Aceite
-Vinagre
-Sal
-Agua (y dos o tres cubitos de hielo)

Queda calor todavía, así que no desdeñen este interesante plato, estimados lectores.

martes, 13 de abril de 2010

Patatas con mojo

No soy gran consumidor de patatas, pero están ahí. No hay que despreciarlas. Llegué a las patatas por la parte, por la salsa, por un frasco de mojo picón que encontré el sábado en los grandes almacenes. Una salsa que es canaria, pero de marca El Argentino y fabricada en Asturias: extraña mixtura nacionalista.

Así hice las patatas con mojo picón: las herví diez minutos en agua, las metí otros tantos en el horno como a 180º (fueron pocos grados o minutos, porque quedaron duras) y luego añadí pimentón agridulce de La Vera, queso emmental, sal, aceite de oliva y la salsa citada.

A pesar de su rigidez, me pareció un plato más que aceptable.



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El tema de asar patatas al horno e introducirles elementos creo que tiene un nombre, pero no lo recuerdo...

martes, 6 de abril de 2010

Picantismo necesario

He comido pasta con una salsa boloñesa de bote. Sí, qué pasa. Para que no fuera todo tan industrial e impersonal, he añadido una guindilla, o una pimienta cayena, o un pimientillo o lo que sea. No sé qué es porque en el envase no lo indica, así que pido vuestra colaboración.

Presuntas guindillas.

Mientras ingería aquello he creído apercibir notar cierto toque picante, pero no sé si era sugestión o qué era, porque el caso es que tampoco picaba mucho. Lo cierto es que me ha dado para una reflexión (comer solo, frente a la pared de la cocina, tiene estas cosas) que he decidido que colgaría aquí, en la nueva sección de Reflexiones culinarias. La reflexión venía a reflexionar sobre ese aspecto tan necesario que es el picante, la especia, el toque. Es cierto que hay productos que no admiten aditivos, con su Denominación de Origen y demás. Pero otro muchos sí. Más que productos, hablaría yo de platos. Decía el otro día David de Jorge que prefería las patatas a la riojana bien guerreras, que si no, no eran patatas a la riojana. Pues eso.

He pensado entonces que hay gente que tiene ese picante, esa guindilla, ese pimentón dentro de sí, ese toque, y gente que no. Prefiero los primeros. (Me diréis que no hay que abusar del picante, y que el picante cansa. Puede ser. Pero cansa menos que la molicie de los sentidos.)

Ya.


Fantástica vista desde el interior de la bolsa. He descubierto una opción en 
la cámara para hacer fotos de Comida y los resultados creo que son interesantes. 
(Pinchen en la foto y presionen F11)

sábado, 3 de abril de 2010

Alcachofas con jamón

Hoy, amigas, en honor a doña Patio, un poco de verdura. Si es que la alcachofa es verdura: el otro día tuvimos un acalorado debate al respecto de qué es y no es hortaliza. Y concluimos, porque alguien parecía saberlo con más autoridad, que hortaliza, como la propia palabra indica, es todo lo que viene de la huerta. ¿Se cultivan las alcachofas en una huerta? "Este tierno vegetal, de dulce corazón, que se vistió de guerrero", dijo de ella Neruda. El caso, es una verdura. Una verdura que siempre me ha sorprendido por su capacidad para volver dulce, sabora, el agua.

Picamos jamón serrano y ajo y se fríe en un cazo. Se vierten después los corazones de alcachofa de la lata y se añade harina según arte. Si hay demasiada agua, se retira con una cuchara hasta lograr una salsa con cierta espesura. Se deja que ese potaje tome algo de cuerpo y se coloca en el plato (me niego a decir emplatar).

En Éste no es el blog de Ferran Adrià hemos añadido un poco de pimentón picante de La Vera a modo de corolario.

Que lo disfruten.

PD: Doy fe de lo que advierte Patatica en su blog.

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jueves, 1 de abril de 2010

Tiras de pollo a la pimienta con champis

Lo primero, lavar los champiñones. Luego se les corta el rabo (ayy) y se laminan, apoyándolos sobre la tabla de madera por donde les crecía el tallo. Se pueden cortar así muy fácilmente. Se pica ajo muy fino y se vierte encima, y va todo a la sartén, a fuego muy vivo. Tras un rato de fritanga, se añade nata líquida al gusto y pimienta, hasta lograr que empaque aquello bien, que coja cuerpo.

En otra sartén freímos las tiras de pollo teniendo cuidado de no secarlas. Nada peor que el pollo seco, duro, refritado. Es algo muy común "en este país" lo de freír las cosas como si jugáramos a La Inquisición. Tiene que haber una explicación sociológica a este fenómeno, pero no se me ocurre ahora cuál. Freímos, digo, con el arte necesario para que el interior del pollo esté tierno y añadimos después este material al salsámen pimentero con los champis y el ajo.

Como en la mayoría de los platos, lo ideal sería comerlo un par de horas después de haber sido preparado, para que empape y pille bien todos los sabores, aunque haya que recalentarlo en el aséptico microondas.

Se puede acompañar con arroz blanco en un bol, o con una ensalada verde para después, que aligerará la sensación de llenazón que aporta este plato no apto para dietistas.

Que lo disfruten.

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